Ante el lamentable fallecimiento del
torero Iván Fandiño, la Peña Taurina “Los de José y Juan” se une al dolor de
todo el mundo de la tauromaquia y desde aquí desea sumarse al pésame hacia sus
familiares y amigos.
Iván ya no se encuentra entre nosotros;
ha alcanzado, eso sí, la gloria de la inmortalidad y goza ya en el cielo de los
héroes taurinos fallecidos en el ejercicio de la profesión, de su vocación, la
más auténtica y humana posible, junto con José y Sánchez Mejías, junto a
Gitanillo o Manolete, Paquirri o el Yiyo, Pepe-Hillo, Curro Guillén, Pepete o
el Espartero, junto al añorado Víctor Barrio.
Afrontando cara a cara a la muerte,
también Iván ha dado una lección de vida: de entrega, de sacrificio, de
honestidad vital, de superación personal, de valor, técnica e inteligencia,
todos ellos valores cada día más ausentes en nuestras sociedades globalizadas y
acomodadas en el conformismo consumista.
La tauromaquia es la exaltación de la
vida, con el reconocimiento de la muerte; la superación de los temores hacia
una naturaleza hostil, su sometimiento a valores -exclusivos de nuestra propia
condición humana-, como la técnica, la inteligencia, el valor; el compromiso de
su protección por el ser humano porque estamos ya por encima de ella; el hombre
suele salir triunfante del enfrentamiento con el totémico animal –el toro de
lidia- merced a esos valores inequívocamente humanos y que no son propios de la
animalidad tan defendida por algunos. Desgraciadamente, también la tauromaquia
se cobra, de tanto en cuanto, su tributo de sangre, como le pasó a Víctor
Barrio o le ha pasado a Iván; accidentes inevitables en la propia esencia del
rito, porque el enfrentamiento se hace desde la ética de la existencia de un
toro bravo, indómito, encastado, y la exposición frágil y sincera de un ser
humano que sólo cuenta con débiles engaños y sus propios elementos definitorios
como ser humano.
Iván ha fallecido en tierras francesas,
toreando en una de esas plazas donde se estima la autenticidad y la integridad
del espectáculo por encima de todo; donde se reconoce al toro en su plena
acepción y el auténtico mérito de un diestro capaz y entregado a la verdad,
donde la tauromaquia es un baluarte de independencia, culturalidad y vida.
Sin embargo, no ha fallecido para todos
nosotros, repetimos, se ha convertido en un glorioso héroe que perdurará en la
historia, de cuyo nombre y hazañas se vanagloriarán generaciones futuras; que
no caerá vana e inútilmente en el olvido como tantos otros seres humanos que no
han dado muestras de grandeza, ni aportado nada a la humanidad o a sus círculos
más próximos. Iván vive, inequívocamente, ya para siempre, en la memoria de los
aficionados, y de tantas personas de bien, porque como dijo Ignacio Sánchez
Mejías, poco antes de su muerte en Manzanares, allá por 1934, “Joselito está
vivo. Más vivo que Belmonte y que yo, porque se murió valientemente en la plaza
mientras que nosotros nos metimos cobardemente en la casa; dejamos de existir
mientras él hace de continuo acto de presencia en todas las corridas”. Iván
vivirá, como ya lo hace Ignacio, cada vez que los vibrantes tonos de los
clarines anuncien un nuevo paseíllo y otros héroes se dispongan a concelebrar
una nueva liturgia taurómaca.
Descanse en paz.
Rafael Cabrera
Presidente de la Peña
Tengo una pregunta, he escuchado que cuando un toro mata a un torero, se sacrifica a toda su descendecia incluida su madre, pero en otro sitio encontré que eso ERA una tradición que ya no aplica. Quiero saber dónde puedo encontrar un sitio serio que explique esta tradición y si se sigue aplicando o no. Por cierto, soy antitaurino, pero siempre estoy abierto a buscar la verdad de los hechos.
ResponderEliminarEso se hacía. Ahora había que verlo. Yo no mataría a una vaca que me estuviera dando toros bravos, que es lo que escasea por desgracia desde hace 20 anos o más en la cabaña brava española. Pero hay otra tradición mucha más bonita, cuando una vaca ha dado buenos toros a la ganadería y ya no puede parir por la edad, se la deja que muera de vieja plácidamente en la dehesa.
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