lunes, marzo 17, 2014

Sobre Antonio Corbacho

Junio del 2006.
La sombra se convierte en un lujo y el paisaje invita a la reflexión. Igual que sus vecinos, Antonio Corbacho vive rodeado por un corral, pero también por algunos perros, un par de gatos y un conejo de angora. La terraza de piedra es su Academia particular. Allí, apoyado en su columpio, sienta cátedra. Corbacho es tan sombrío como claro su discurso. De sus andanzas taurinas ha edificado una filosofía cuyas raíces penetran en los orígenes del humanismo, pasa sin transición de los filósofos griegos a los ascetas orientales y desemboca en una teoría del toreo convertida en disciplina marcial cuyo código de conducta está calcada de Buda. Dicen que enloquece a sus toreros y algo de eso habrá. Pero también es cierto que a todos les inculca una ética atípica ahora en el mundillo, consistente en elevar honor y respeto alrededor del toro. El camino que lleva de un lugar a otro atraviesa una vía estrecha donde sólo el espíritu de sacrificio permite avanzar. Pero Corbacho no impone nada. En su Academia de La Alcornocosa, con voz grave y en tono casi cansado, se limita a indicar el camino. José Tomás fue el primero en seguirlo.(...)
[…] Pocas veces el arte del toreo y la espiritualidad han sido conceptualizados tan a sabiendas en una filosofía en la que la condición del torero es reivindicada hasta su último fin: la muerte aceptada como valor básico del proyecto vital.(...). “Mi método de preparación debe mucho a la cultura oriental : en el fondo, debido al concepto de disciplina y de sacrificio para lograr el fin de tu vida ; y en la forma como el culto a tu físico, a tu voluntad de esculpirlo según tus necesidades, y a tu capacidad de morir por una causa”.



Foto: Cuadernos de Tauromaquia

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