Desde
que vive solo en la finca, Gerardo se ha asilvestrado un poco. Para
colmo, le quitaron el carné de conducir. Pero en Vallebarco hay Wifi
y, en cuanto desaparece el sol, se lía a tuitear mientras se toma
una cervecita delante de la lumbre. Algo que sus antepasados que
vivían en el cortijo viejo ni siquiera podían haber imaginado. Y
desde que tuitea, Gerardo se encuentra algo menos solo. Es más:
tiene una larga lista de amigos que le siguen y que, poco a poco, se
van apasionando por los toros que cría. Y no le viene mal.
[…]
“Antes,
todos los años, tenia los toros rematados por estas fechas. Pero ya
no puedo más. Estoy tieso como una regla. Pero mira cómo están los
utreros de campo. La bellota, lo bueno que tiene, es que en verano se
les nota. Todo el problema que tenemos de pitones es por culpa del
pienso. El toro tiene que comer de forma natural, lo que fue toda la
vida. Aquí es lo que hay: hierba, bellotas y, los utreros,
aceitunas. Acojonante” […] No hay nada más perfecto que la
naturaleza. Leerla es difícil, pero te va marcando la pauta. Yo
aprendí a fuerza de pan, cuando he tenido que pagar, como todo el
mundo. Cada año vas aprendiendo algo. Y todavía me queda mucho.
Coges a un talador de aquí, del pueblo, y flipas de las cosas que te
dice y tú no ves en tu propia finca”.
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