lunes, enero 13, 2014

En defensa de la casta (Rafael Cabrera)


El concepto de casta, lo hemos definido en alguna ocasión como la capacidad del toro para acometer, para buscar pelea incesantemente, para dar la cara en todas las suertes, para luchar y vender cara su vida. Y ello al margen de la bravura o mansedumbre, de la boyantía o nobleza en la muleta o del peligro y las complicaciones. El toro bravo, obligadamente debe estar encastado; es condición imprescindible. (...)
La casta se demuestra en esa condición constante de movilidad –entendida como esa actividad constante, galope, con recorrido, ritmo, agilidad y rapidez- y de acometividad; un toro inmóvil, quedado o parado, rara vez la tendrá.(...)
Probablemente a muchos críticos les guste más el toro ñoño e inválido, ese que sale día sí, día también, el que se mueve de forma sumisa y borreguil ante el engaño, el que se cae sin cesar durante toda la lidia y apenas puede con el rabo, el que se mueve penosamente entre la muerte súbita y el derrumbe estrepitoso, el que entra al paso como a cámara lenta, el que anda –cuando lo hace- arrastrando pies y manos. Ese es el toro que se canta como prodigioso tantos días, y a ese -apenas semoviente- se le hacen esas mil faenas portentosas que aclaman y proclaman tantos. A nosotros, sin embargo, nos gusta el toro en su integridad y el torero honesto que puede con él, lo domina y somete al mandato de su muleta, y añade las imprescindibles gotas –o torrentes cuando así se poseen- de clase, arte y estética. Pero siempre con la verdad por delante; con el toro de lidia y no con la babosa borreguil indecente y medio muerta.
De ahí que nos dolamos de la principal de las carencias del momento: la casta, la acometividad, esas ganas de pelea, su repetición incesante pese al castigo recibido, pese a la merma de facultades en la lidia.

Rafael Cabrera -Aquí el post "En defensa de la casta"-

Nota: “No creo en la casta, creo en la forma de embestir” (Miguel Ángel Perera)

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