Pero tal animadversión hacia las cuadrillas no la provocaba
únicamente la agresión de su secretario general al conocido periodista del
diario El Mundo, sino que ya lleva tiempo latiendo entre ciertos estamentos y
círculos de poder del espectáculo, así como entre ciertos aficionados que han comprado su mensaje torticero y
demonizador. Ese que se empeña en convencernos de que los sueldos de picadores
y banderilleros son muy altos y de que hay que reducir los puestos de las
cuadrillas en los festejos menores para poder
hacerlos rentables.
Como si no existieran otros gastos de organización infinitamente
mayores para reducir que el chocolate del loro de los 250 euros de un banderillero en una
novillada sin picadores
El mensaje, tan inexacto como injusto, para justificar la
negativa a firmar el convenio colectivo, ha calado profundamente en un mundillo
que, como la mayoría de la sociedad española, se ha hecho cobarde e
insolidario, incapaz de entender los problemas de los demás por temor a que se
agraven los suyos, que prefiere acaparar dos mendrugos de pan duro que
compartirlos.
Y así, mientras en esta crisis los ganaderos intentan mantener a
duras penas un patrimonio genético y agrícola casi insostenible a los precios
actuales, o los empresarios de segunda y tercera intentan buscar siquiera un
mínimo beneficio en su gestión, picadores y banderilleros pretenden únicamente
defender sus puestos de trabajo y el salario mínimo que les permita sostener
sus hogares. No parece que sea algo difícil de entender.
Pero lo curioso es que, a pesar de sentir muy directamente en su
economía la reducción de festejos grandes subalternos que no van fijos en ninguna cuadrilla
apenas han pasado últimamente de las quince o veinte actuaciones por temporada-, los hay que siguen empeñados en achacar muchos
de los actuales males de la Fiesta a este colectivo cuyo único pecado, con sus
aciertos y sus errores, es permanecer medianamente unido en defensa de sus
derechos.
Y digo medianamente porque el humano miedo a la crisis, a la
falta de empleo y de ingresos para cubrir las necesidades básicas de sus
familias, está llevando a muchos de ellos a ceder su dignidad y a practicar la
competencia desleal frente a los compañeros que se mantienen firmes.
Intentando evitarlo, trabajando simplemente por su colectivo, me
consta que Fernando Galindo, y algún otro de esos sindicalistas, como algunos
despectivamente les califican, lleva sufriendo en su carnes no sólo vetos y
desprecios de algunos empresarios sino también
agresiones físicas, que no han trascendido tanto, por parte de picadores y
banderilleros expulsados de la Unión por sus reiteradas muestras de
insolidaridad y de respeto a la profesión.
Pero el sino de los tiempos es duro para
las clases medias y bajas de esta sociedad que antes llamaban del bienestar. La
moda impuesta por la gran patronal, la banca y las financieras que dominan el
mundo es la vertiginosa reducción de los derechos de los trabajadores que se
conquistaron con tantos años de sangre y de lucha. Y el mundo del toro nunca ha
sido ajeno a las pautas de cada momento de la historia.
Paco Aguado (Aquí el artículo completo )
Pintura: José Villegas Cordero
No hay comentarios:
Publicar un comentario