La del domingo pudo ser, y en muchas cosas fue, la corrida de la feria, en cuanto a la presentación y el comportamiento del ganado. Salieron los cobaledas como para dar un síncope al mismísimo Frascuelo. Toros con cuajo y hondura, pechos y culatas poderosos, y por delante, un armamento que hacía temblar el misterio. Toros de fachada antigua, escapados de las estampas de La Lidia (esa joya que nadie ha sabido igualar, aunque poder se puede, puesto que los canales de información y las artes gráficas se han perfeccionado tanto). Toros de una vez, y además, en conjunto, parejos. Seriedad en las caras, presencia pavorosa, agresividad. Y casta. Me río de tanto canto como se ha hecho a aquel hierro, y al otro, y al otro, porque tenían movilidad, aunque tres toros de aquél salían de los caballos pegando coces y los demás aceptaban las varas, los del otro se caían más o menos (más bien más), y los del otro tomaban las telas como borregos. Movilidad, casta, también genio, emoción y presencia por igual tremenda, poseyeron de sobra los correosos cobaledas de don Luciano, que además cumplían bien en varas, aunque ninguno pudo calificarse como bravo, pues cuál después de tomar un primer puyazo de largo y con entrega absoluta, en los siguientes acababa saliéndose de la suerte, cuál cabeceó el peto, cuál se quitó el palo.Joaquín Vidal (Crónica de la corrida de Luciano Cobaleda en Las Ventas, en el cartel José Fuentes, Galloso, y Gabriel Puerta, que confirmaba)
Vía: el añorado blog "Taurofilia"
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