CAMBIO
DE CHIP
En el mismo campo
charro, desde hace tiempo, algunos ganaderos se quejan de que les molesta mucho
la competencia de los patas blancas. Y el más listo de todos, se pone en
marcha. Mediante mano izquierda y buen talante, Antonio Pérez convence a sus
amigos políticos de que se debe escribir el peso de cada toro en una tablilla
con el fin de que el público vea que no se le engaña. Todo lo que suena a
demagogia siempre es bien acogido por los políticos de cualquier bando y la
medida se aplica inmediatamente. Con sus cajas hondas y su gran esqueleto
heredado de los Murubes, los Antonio Pérez no tienen problema para cumplir la
nueva norma. En cambio, todos los encastes molestos a nivel comercial y tan de
moda porque sus toros se mueven mucho, se van a hundir irremediablemente:
Saltillos, Santa Colomas, Gracilianos... y Patas Blancas. “En toros como los
nuestros, que por naturaleza no admitían más de 500 kilos -dice José Manuel-
esa era una barrera insuperable sin cambiar su tipo clásico. La mejor salida
era, por tanto, lidiar en corridas para rejones, pues además ya tenían muy buen
cartel entre las figuras del toreo a caballo, como los Peralta o Álvaro Domecq,
que desde años antes venían logrando éxitos con ellos en las corridas donde
actuaban junto con matadores a pie”.
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