“En aquellos
años hubo una ganadería de gran predicamento para un sector de la afición deMadrid que causaba verdadero terror: Luciano Cobaleda. De esa también maté unas
cuantas. Salía malísimo. Eran como sardinas, pero tenían dos ‘petacos’ que no
cabían por esa puerta. Un día, con Antonio, Ángel Luis y Juanito Bienvenida
fuimos a tentar a lo de Juan Antonio Álvarez, porque entonces Ángel Luis y
Juanito apoderaban a Joaquín Bernadó.
Como el ganadero no tenía plaza de tientas nos fuimos a lo de Luciano Cobaleda
y al terminar, alguien propuso ver la corrida que tenía preparada para Madrid,
pero nadie habló de fechas. Mira, cuando llegamos al cerrado donde pastaban los
toros Antonio hizo así y ni se bajó del coche. Sólo exclamó desde la
ventanilla: “¡Madre de Dios!”. Yo andaba con la mosca detrás de la oreja porquecasi siempre mataba la primera de la temporada en Madrid. Total, que le
pregunté a Juanito: “¿Juan, esta no será la primera de la temporada en Las
Ventas?”. “No hombre, no, si tú eres como de la casa, Raúl, y además torea
contigo Bernadó. ¿Cómo vamos a anunciaros con esta corrida?”, me contestó. Y
tararí tararí, la de Luciano Cobaleda para Joaquín Bernadó, Raúl Sánchez y
Antonio Rojas, que confirmaba la alternativa. Apoyado en la tapia, mientras
veía los toros, pensaba “joder, pobre desgraciado el que tenga que ponerse
delante de uno de estos”. Era terrorífica. El primero de la tarde mandó a Rojas
a la enfermería. “No querías caldo Raúl, pues toma, tres tazas”, me dije”. Por supuesto, los patas blancas de Luciano Cobaleda no pasaron desapercibidos para los aficionados. “A partir de esta corrida vinimos aquí siete años seguidos
-recuerda Luciano hijo-. Lo habíamos sacado un poco de tipo, más grande, con
más cara… Y lo que se buscaba era la casta. Entonces, claro, un toro encastado,
con mucha cara, y que no siempre humilla mucho, es molestillo. Nadie lo pasa
bien, menos mi padre, que en el campo los entendía a la perfección. Sabia
darles sitio, andaba con ellos, mandaba sin apretarles mucho… En Las Ventas, lo nuestro cayó de pie. Eran toros preciosos y que se movían mucho”.
Me ha pasado una cosa curiosa leyendo el último "Tierras Taurinas" y es que hay un pie de página consistente en un comentario de Benardó sobre la ganadería de Luciano Cobaleda y dichos comentarios no lo encuentro en el texto en sí.
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