“Haber conseguido
existir hasta hoy ya es casi milagroso. Durar tantos años con esta ganadería es
muy difícil. La Fiesta ha elegido otros caminos que no tienen nada que ver con
los de hace cincuenta años. Para sobrevivir, ha habido que hacer muchos
sacrificios y soportar muchas cosas. Y, desgraciadamente, hoy quedan muy pocas
plazas que valoran una corrida brava. Entre España y Francia las podemos contar
con los dedos de una sola mano. E incluso en estas plazas, quedan pocos
aficionados capaces de juzgar el juego del toro. El público de hoy es
triunfalista… y quien triunfa siempre es el torero. Esto explica el estado
actual de la Fiesta. Las figuras lidian cierto tipo de ganaderías… (...). Pero hoy,
a excepción de algún gesto de vez en cuando, con Victorinos y Miuras, los
toreros importantes evitan los riesgos inútiles. Exigen la ganadería que les
conviene. Hace mucho tiempo que la nuestra no forma parte de ese grupo. En cuanto a las empresas, se preguntan si tal o cual
ganadería les merece la pena. ¿Lleva público a la plaza? Pero,
desgraciadamente, salvando una o dos excepciones, ninguna llena”.
“Multitud de hierros ya
han desaparecido. Contreras, Coquillas, Gracilianos… Los hierros subsisten,
pero con otra sangre dentro. Los hierros abundan como
la hierba mala, pero los encastes desaparecen… Algunos eran inlidiables,
pero otros sencillamente muy bravos… lo que causó su extinción. El concepto ha
cambiado. En otro tiempo, el caballo era primordial. Si un toro no iba a él,
enseguida se le ponían banderillas negras y representaba una vergüenza para el
ganadero. Hoy apenas se pican los toros, no se emplean y tienen después muchos
pases…. Los viejos ganaderos como mi abuelo decían que la bravura debía medirse
en los tres tercios. Si se despilfarra toda la bravura en el primero, ya no hay
para los otros. Y con el tercio de varas actual, los toros bravos son los más
castigados. Los ganaderos modernos han elegido, por tanto, administrar la
bravura durante el primer tercio para que después dure. Eso explica que veamos
toros que rozan la mansedumbre pero que embisten mucho tiempo. No empujan ni en
el caballo ni en la muleta. Lo que quieren es huir, pero a base de oficio los
toreros los hacen embestir… Embisten hacia fuera, que es lo que los toreros
adoran… Mi padre predijo que un día se criarían toros mansos… No se equivocó.
Volver atrás es muy difícil. Cuando se rebaja la bravura, reencontrarla es muy
complicado”.
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