miércoles, junio 18, 2008

La nueva España negra de Muñoz Molina II (el papa negro)


Javier: Si el rechazo de M.M. además de estético fuese moral, cosa que comprendo por habermelo formulado a mí mismo no pocas veces, pienso que no sería supérfluo leer las reflexiones de Arcadi Espada que te acompaño.
Un abrazo.

“LA NUEVA ESPAÑA NEGRA DE MUÑOZ MOLINA”. (2)
ARCADI ESPADA: Sobre la moralidad “MODERNA O SOCIALDEMÓCRATA”
Lejos de mi intención proponerte una defensa de la Fiesta. A la hora de las defensas siempre pienso en aquella sentencia de Américo Castro sobre las lenguas, que siempre se defienden solas: «Y cuando esto no ocurre, es que están a punto de dejar de existir, y entonces no vale la pena ocuparse de ellas». Afortunadamente, no es éste el caso de nuestra lengua de toro. Por otra parte, yo creo que la afición a los toros hay que llevarla más con resignación que con orgullo. Hay algo fatal, inexorable, en ir a la plaza. Se parece bastante a la pornografía. Ningún pornógrafo de los que conozco presume de ello, ni mucho menos intenta justificarse con más o menos sofisticados argumentos. Los toros son crueles como la pornografía es humillante.
¿Y bien? El asunto de la pornografía es de un interés notabilísimo, y no un mero recurso de retórica analógica. Cuando un Gobierno combate los toros, las hamburguesas y el vino, los gobernados tienen legítimo derecho a preguntarse qué hace con la pornografía, y no digamos ya con la prostitución. No dudo de que de los toros, de las hamburguesas y del vino se deriven valores inmorales: sí, y es parte de su éxito. Pero estoy esperando a que las señoras Salgado y Narbona comparen sus efectos con los que se derivan de la observancia de una triple penetración alquilada.
El rigorismo es un gran qué, sin duda; pero se lleva muy mal con la probada ductilidad socialdemócrata. Si de la superestructura de los valores pasamos a la infraestructura de la economía, el asunto se ve mucho más nítido, como siempre que interviene el dinero: el toro, la hamburguesa y el vino, aun con Burger King por medio y sumado el vicio, es apenas un montoncito de chatarra respecto del gran negocio pornográfico. Un negocio, por cierto, que a diferencia de los otros tres obtiene su materia prima de la pobreza, la desigualdad y la explotación, y cuya extirpación encaja perfectamente con el recurrente discurso socialdemócrata sobre las causas (justas) del mundo. Y, desde luego, espero que no se alegue que la pornografía es una representación, es decir, un juego que se juega. Puede que un torero sea un tipo de taleguilla rara; pero no hay actor pornográfico que pueda separar vida y trabajo.
¿Juego he dicho? ¿Y bien? ¿Por qué no mandamos a las ministras a que se ocupen también del juego? Hay mucha vida destruida, y una buena literatura médica. Empiecen por Zola.
Los taurinos se equivocan gravemente cuando intentan la defensa de su afición, basándola en la inocencia. A veces, oyéndoles, se creería que atraviesan meros toritos de plástico, y que los animales no son también nuestros animales. Igualmente cuando comparan el toro con la alimentación y sacan el hígado de la oca a engrosar. Quiá, aún no se conoce un griego que haya matado un toro para comérselo. Entre sus habituales argumentos sólo hay uno que tiene sentido profundo: el sacrificio cíclico del toro permite su supervivencia como especie. No es un argumento leve. Entre otras cosas, porque tal vez permita comprobar una diferencia crucial entre hombres y animales que suele pasar inadvertida en estos coloquios. Alude al concepto de individuo, naturalmente. Se ve bien qué pasa con ese concepto en la habitual escena de que un perro muere y su dueño adquiere otro de inmediato, y en la dificultad de que haga lo mismo con una persona. En un cierto sentido, el reino animal está hecho de especies y no de individuos, y no estaría mal que los animalistas se preguntaran si tiene o no sentido sacrificar individuos para la salvaguarda de la especie. Una pregunta que sólo de un modo mucho más incómodo puede hacerse en el caso de los hombres.
Es más, y es llamativo: el individuo/toro sólo existe, y durante un cuarto de hora, en la plaza: cuando se anuncia su nombre.
Ya incurro en controversia, y por esto voy a acabar aquí la carta. La cruzada contra el vicio es indivisible. Pero me temo que este Gobierno, tan semántico, propone también aquí una definición nueva: el vicio son los otros.
Y lo mío arte.

2 comentarios:

  1. Viciosos y viciosas, aficionados y aficionadas ¡Viva el vicio, coño!
    Desperdcios

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  2. Hace tiempo que no leía un artículo con tantas sandeces juntas.

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