A mi modesto entender, la única justificación para la presencia de un torero en el ruedo, es la presencia de un toro al que haya que dominar, que exija valor y conocimientos y cuya muerte sea el resultado de un combate (uno de los sinónimos de lidia), se haya desarrollado éste por la vía del arte o de la lucha, pero siempre a través del dominio y de la demostración de supremacía del hombre frente a la fiera, que es el objetivo primario de la fiesta. Si no hay fiera, la supremacía es indemostrable y el combate pierde sentido. Esta premisa vale para todos, artistas o legionarios, y la división que pretende hacer el taurinismo entre corridas “duras” o “blandas” es falaz porque, si hay casta, todas las corridas son duras, aunque el toro sea noble y repetidor. La diferencia está en el riesgo y en la calidad del torero, artista o no, para enfrentarlo. Actualmente, la casta y la bravura son características que definen al toro “intoreable”. La historia nos demuestra que no es así.
Así es , también, mi modesta opinión.
Foto: Cyrille Vidal
Así es , también, mi modesta opinión.
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