EL CUPO Y EL TURNO toristas de la Pascua de Arles corrió a cargo de una muy voluminosa corrida de Pedraza de Yeltes, que dio en vivo un promedio de 570 kilos. Los dos últimos aparentaron todavía más. Serio por delante el envío entero. Dos toros particularmente ofensivos: un primero estrecho y talludo, armado por delante, y un sexto ancho y abierto de cara, atacadísimo, ensillado y largo, inmensa mole aplomada.
Fue
corrida variada de pintas. (...). El cuajo, las caras, la romana, la
gravedad y la seriedad en conjunto del remate compusieron un mosaico
del gusto del aficionado torista. Desde gradas y tendidos de sol se
siguió la corrida primando al toro sin la menor reserva. El público
todo supo ser generoso con los tres espadas. La presidencia, también.
La exigencia con los picadores, mayor de lo habitual en la plaza
francesa que sea. Salieron a picar los caballos muy pesados y
domados. No hubo ni un solo derribo. Sí varios marronazos a toros
que vinieron corridos.
La
sorpresa fue que se les dio en varas a todos trato parecido al que se
gasta en las corridas concurso. (…)
Pero
los seis toros se picaron donde se pica o picaba en las concurso y,
como si hubiera habido un pacto, a los seis se les puso en distancias
más que respetables. En una imaginaria boca de riesgo, que aquí no
hay. O en el centro del óvalo del anfiteatro. Hubo toros, los tres
últimos, de tres puyazos más o menos en regla. Galopar al caballo
propiamente no lo hizo ninguno, pero salvo el quinto todos se
batieron. Primero y segundo fueron los de mejor nota con diferencia.
Salvo tercero y sexto, todos fueron aplaudidos en el arrastre. Al
final saludó el mayoral.
Los
dos primeros fueron los de mejor cumplir en varas y, de paso, los más
prontos en la muleta. Noble el uno, que galopó y metió la cara.
Repetidor el otro, que descolgó lo que pudo porque era muy alto de
agujas y corto de cuello. Con ellos se vieron las dos faenas de más
calado. Distinguido y templado Morenito de Aranda en un trabajo de
aliento: cites en larga distancia, dos de ellos de punta a punta,
reuniones severas, airosos remates, una soberbia tanda con la
izquierda. Y, ay, una estocada en los bajos. Fandiño no pudo tomarse
ni un respiro con el segundo, que atacó sin desmayo y, toro a más,
acabó embalado y encelado, todo lo cual revistió de emociones el
trasteo firme, mandón y resuelto del torero de Orduña.
El
resto de función no tuvo tanta intensidad.
Barquerito
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