Me dormí pronto anoche, sin querer y al despertar esta mañana no sabía bien en qué momento ni con qué pensamientos me había dormido, recordaba que había ido a las Ventas por la tarde y pensé que quizá fue allí donde empecé a experimentar los síntomas del sueño, quizá fue el calor inusual en esta época del año o el aburrimiento que producía lo que se veía en la plaza.
Me venía a la mente un encierro
de Montealto con morlacos descomunales unos y feos otros. Unos picadores sin
oficio, me preguntaba si habrían montado a caballo en alguna otra ocasión. Unas
cuadrillas alborotadas que apenas pudieron pasar página sin menoscabo de su
integridad.
Y dos toreros, José Garrido que
toreó siempre despegado y aliviándose sin ninguna enjundia ni interés, siempre
con el pico y fuera del sitio adecuado, sin dar la distancia mínima necesaria,
estropeó dos toros, que fueron dentro de lo malo los más potables de la tarde:
los dejó sin torear. Y para qué hablar de los bajonazos.
Y Curro Díaz que realizó el
único quite de la tarde por chicuelinas ajustadas y capa baja que agradó y que destacó por
su verticalidad y oficio que practica con elegancia en los pocos momentos que
le permitieron los toros. Mató al primero de la tarde de contundente estocada
en todo lo alto, lástima que no le toreó como al quinto, cuya faena es la única
que cumplió por la mínima las expectativas de la tarde.
Pero ya digo, esto lo recuerdo entre
sueños y tengo la sensación de haberlo vivido con anterioridad en la plaza,
como si la nueva empresa fuese la vieja, es decir: como siempre.
Jandro
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