Y
volvió Curro. Un preámbulo excelso, plagado de arte y de
naturalidad que puso la plaza en ebullición. Basado en su diestra,
Curro Diaz trazó muletazos largos y templados. Ligados. Mandando en
el toro. Se tiró a matar de verdad. A matar o morir. Qué emoción.
Dos orejas a la verdad de la Fiesta. Dos orejas a un torero que ha
venido a Zaragoza a dignificar la profesión y a honrar la plaza y su
denostada Feria de San Jorge. Sin importarle el porrón de contratos
que tiene ya firmados. Sevilla y Madrid. La gloria de la puerta
grande se quedó en la sala de operaciones de la enfermería. En el
recuerdo de la afición maña, su toreo y su compromiso con San
Jorge.
David
Díez – Aquí el post completo-
Lástima
que el término "torería" no tenga traducción al inglés,
porque la faena de Curro Díaz fue un tributo a la clase y la
improvisación. Ante un cuarto noble de Algarra, que en otras telas
habría resultado soso, inventó un bello y ajustado trasteo por
ambas manos. No sólo toreó bien, sino además bonito. Y a esa
estética puso el colofón de una estocada de matar o morir, yendo el
cuerpo tras la espada, en perfecta línea recta, hasta ser prendido
por el pitón, que destrozó la parte posterior de la casaquilla azul
y le infligió al torero una cornada de 15 centímetros en el muslo
derecho.
Gloria
Sánchez Grande – aquí el post completo-
Foto
superior: Leyre Usán
Muy bien Curo Diaz, con su pellizco de arte. Valor a la hora de matar. Honrado de verdad. La Plaza estuvo con él. Esa plaza no estuvo con Ureña, con su toreo de lo mas puro, metiendo en la canasta a un quinto toro con muchas complicaciones en capote y banderillas, con la cabeza por los cielos tirando tarascadas. Acabó metiéndolo en la canasta. Ginés pasó por allí.
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