Con un vocabulario ya en desuso, con ademanes de puro
castizo, acompasado por gestos que reforzaban un discurso conocido por todos
pero ignorado por la mayoría, un discurso torero de palabras ya difuntas, con
un silencio de ópera, Frascuelo nos transportó a un tiempo que se paró
hace cuarenta años, y reconoció lo bonito que era para él hablar de
toros en un sitio así, “aunque parezca que estamos en un búnker de refugiados,
como si fuésemos tránsfugas".
(…)
“Las dos cosas más importantes de la vida son parir y darle
seis muletazos a un toro en Las Ventas. Y yo sólo puedo hacer una de ellas”.
“No es lo mismo movilidad que desplazamiento. El toro de
antes se desplazaba, y te aguantaba diez, luego ya no podías darle ni uno. Lo
de ahora se mueve. Pero es otra cosa”.
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