Javier
Jiménez estuvo sensacional con la muleta en sus dos toros. Al
tercero de la función, un morlaco débil que permaneció en el ruedo
por la tozudez del juez de plaza, Javier le pegó los mejores
muletazos no sólo de esta tarde sino de muchas otras. Con la muleta
muy bien cogida el torero de Espartinas demostró virtuosismo,
sensibilidad e imaginación ante un cornúpeto que tenia ganas de
embestir y lo hacía con clase pese a su lamentable y evidente falta
de fuerza. Hubo derechazos, naturales, cambios de mano, muletazos de
la firma, largos pases de pecho y unos doblones rodilla en tierra de
cartel. Javier completó todos los pases acompañando con la cintura,
pasándose al toro muy cerca, templando y gustándose. El toreo de
Javier tiene algo que nunca se ha encontrado con facilidad en el arte
de Cúchares: musicalidad, elegancia, alegría, inteligencia natural
y reposo. Lástima que por no matar con eficacia le mandaron hasta
dos recados desde el biombo, cosa que no obstó para que los
aficionados sevillanos le sacaran a agradecer la ovación en el
tercio.
El
que cerró plaza tampoco anduvo sobrado de fuerza y se desinfló como
un globo caduco. Pese a eso, Javier volvió a tirar del repertorio y
a parar, embarcar, templar, mandar y cargar, sobre todo en los pases
con la zocata. A la hora de la verdad, el joven espada se dejó
literalmente caer en cámara lenta sobre el morrillo, dejando –como
decían los viejos revisteros- una muy buena y hasta la taza. La
gente pidió la oreja y la obtuvo, un poco para premiar así toda la
labor del muchacho.
Cuando
escribía de toros, Felipe Benítez Reyes (el poeta de Rota) decía
que había un toreo sin alma y un toreo con alma. El toreo de Javier
Jiménez tiene alma.
Gastón Ramírez en la crónica de Torrestrella en Sevilla
Foto: Aplausos
Es una lástima que se le presentarán unos toros tan débiles a Javier Jiménez. Su estilo tiene una proyección que ilusiona, ahora es necesario que el nivel de los morlacos esté a la altura para mantener el espectáculo a buen nivel.
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