Nadie teme por Rocinante. Don
Quijote sabe lidiar y librar el caballo, que es lo mismo que nadar y guardar la
ropa. Ni para guardar la ropa le sirve Sancho.Sancho Panza no cuida de la
ropa, ni de la suya ni de la de Don Quijote, porque la ropa no se come y a él
sólo le interesa la comida.
Sancho, más que la perturbación de Don
Quijote, es su asesino. Sí, eso es lo que quiere sin darse cuenta:
matarlo, suprimirlo. Al primero que tiene que lidiar Don Quijote es a Sancho:
su rémora, su ancla. Sancho es la amargura del triunfo de
Don Quijote, el hacha que poda todas sus alegrías, todas sus ilusiones.
Don Quijote tiene el cuerpo lleno de heridas, de
cornadas que le han dado los toros. Los toros, no lo olvidemos, dan cornadas,
hieren y matan. El toro es la Muerte. Por mucho que se sepa de toreo, hay
momentos en que no se puede evitar la cogida, falla la regla o se equivoca el
lidiador y entonces llega sanguinaria la cornada.
A Don Quijote le cogieron algunos toros
y, entre ellos, hubo uno que estuvo a punto de matarlo: el terrible toro
del Norte. Pero Don Quijote no se deja matar fácilmente. Para eso tiene su
arte, su tauromaquia.
Él sabe que, cuando los toros son
fuertes, son poderosos, lo mejor es cambiarlos de terreno. Cambiar los terrenos
en el toreo, llevar el toro de un sitio a otro, es renovar la lidia, abrir
nuevos horizontes a la vida que es el arte de torear. En el argot taurino, un
tercio no es un tercio, sino un medio. Cuando se dice cambiar el toro de un
tercio a otro, lo que se quiere en realidad decir es cambiarlo de un
medio al otro medio. Hablamos de una circunferencia que es el ruedo de la plaza
de toros.
Don Quijote fue el primero en descubrir
que el mundo tenía la forma del ruedo, que el mundo era redondo por los
cuatro costados. Y, como sabía torear, cuando vio que el toro le comía el
terreno, lo cambió de tercio a medio: más claramente, lo pasó de la mitad vieja
del mundo a la otra mitad: lo trajo al Nuevo Mundo. Y eso sólo lo puede
hacer quien sea capaz de torear a todos los toros en todos los terrenos. Don
Quijote lo hizo y, en el esfuerzo, se abrieron sus heridas y se derramó casi
toda su sangre.
La sangre de Don Quijote, regando a más
de medio mundo, ha hecho brotar su arte, su arte de ser, de ser siempre, de ser
y estar, de estar eternamente, por los siglos de los siglos, dormido y
despierto, sin vacilaciones, dormido y despierto, a toda hora y en todo
lugar.
Palabras de Ignacio Sánchez Mejías en
una conferencia en la Universidad de Columbia- Nueva York en 1929
Vía: Abc
Pfffuuu...Que hondura y verdad...Olé!
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