Los novillos de María José Barral, bien presentados de caja, poco presentables de defensas, flojos en general. Israel Lancho, torero de perfil gasoliano, no salió por la puerta de enfermería gracias al sentido común de los astados, su primero tuvo el detalle de una vez que topó con su pierna darle rodeo para seguir buscando la muleta, su segundo al final se lo echo a los lomos, porque ya estaba bien.
El nieto de Juan Posada y el nieto de Antonio Ordoñez practicaron el lanceo de cartel al que me refería al principio, este nuevo toro, o pseudo-toro, descastado y sin fuerza, no permite lidia, la suerte de varas es una simulación para que el público increpe al picador, antaño pieza vital en el desarrollo del espectáculo, como nos recuerda su chaquetilla bordada en oro, pero ambos novilleros se estiraban de vez en cuando y los fotógrafos avispados, seguro estoy, cazaron bonitas estampas de ambos, pero ya está retazos de aparencia de lo que era, o debiera ser, un arte eterno compuesto de un sinfín de instantes de efímera belleza, y no simulaciones del mismo.
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