martes, octubre 06, 2009

Retrato de un aficionado del tiempo de Fernando VII: don Felicísimo Carnicero en "Los Apostólicos" de Benito Pérez Galdós (Gómez de Lesaca)



Retrato de un aficionado del tiempo de Fernando VII: don Felicísimo Carnicero en Los Apostólicos
Gómez de Lesaca
No era Pérez Galdós aficionado a los toros y pocas referencias a la fiesta en su obra. Una excepción es su novela Los Apostólicos (1879), en la segunda serie de sus Episodios Nacionales. La trama se desarrolla en los años finales del reinado de Fernando VII, cuando ya los partidarios de Don Carlos afilaban los sables y engrasaban las armas. Entre los personajes de la obra destaca la figura de don Felicísimo Carnicero, viejísimo, acartonado, agente de negocios o solicitador, con muchos y buenos clientes entre el clero, absolutista neto y aficionado a los toros. Allí, tras su mesa camilla, en la que alternaban sobre el hule legajos, jícaras de chocolate y cocidos, hacía tertulia política, llevaba sus cuentas, pues además de tacaño era un tanto logrero, y hablaba de toros. Acudía también a estas reuniones un protegido suyo, antiguo cortador y dependiente del matadero de Madrid llamado Tablas descrito por don Felicísimo, con desdén por su falta de arrestos, como “un chiquilicuatro que, por no tener alma no ha emprendido el oficio de mirar cara a cara a la cuerna y está de demandadero en la cárcel de la villa”. Entre los méritos de Tablas estaba el haber anunciado la venida a la Corte de Francisco Montes Paquiro, “un enviado de Dios para restablecer la decaída y casi muerta orden de la tauromaquia”. En esto estuvo acertado. Es también superior la descripción que hace el Tablas de la fuga del liberal Olózaga de las cárceles fernandinas como si de una crónica taurina se tratase. Don Felicísimo no dejaba deploraba los malos tiempos por los que pasaba el toreo de 1831, atacaba la fundación de la Escuela de Tauromaquia y añoraba los felices días de antaño, pues era partidario declarado de Costillares y amigo de Pepe Hillo. Su rechazo a la Escuela dirigida por Pedro Romero se fundamentaba en que no quería ver al diestro, a quien tanto admiraba, “hecho un catedrático de brega”. Tampoco le gustaba este conservatorio taurómaco, aunque por otras razones, a Calomarde, ministro de Fernando VII y gran carcunda, que se enfrentó en esta cuestión al también ministro y hacendista López Ballesteros, menos reaccionario y más inteligente, aunque no por derecho sino a través de su subordinado Manuel González Salmón. La opinión de don Felicísimo respecto a la decadencia del toreo no carecía de fundamento, justo antes de la aparición de Paquiro.

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