Gastón
Ramírez Cuevas.-
Domingo 29 de noviembre del 2015. Séptima corrida de la
temporada de la Plaza de toros México. Toros: Seis de Barralva,
desigualmente presentados, cinco se escobillaron de lo lindo. No
salió uno bravo, todos fueron débiles y mansitos.
Toreros:
Federico Pizarro, al que abrió plaza lo mató de media caída y
tendida: al tercio sin fuerza. Al cuarto le pasaportó de dos
pinchazos y fue pitado levemente después de un aviso.
Diego Urdiales, al segundo de la tarde le asestó tres pinchazos en lo alto y una casi media que bastó: silencio. Al quinto le pegó un bajonazo artero y certero: al tercio.
Octavio García “El Payo”, al tercero le metió una buena entera y le cortó una oreja protestada. Al que cerró plaza se lo quitó de enfrente con estocada defectuosilla (tres cuartos, trasera y tendida). Le dieron una oreja que no fue pedida por la mayoría del respetable. Entrada: Mala, quizá unos doce mil paganos.
Diego Urdiales, al segundo de la tarde le asestó tres pinchazos en lo alto y una casi media que bastó: silencio. Al quinto le pegó un bajonazo artero y certero: al tercio.
Octavio García “El Payo”, al tercero le metió una buena entera y le cortó una oreja protestada. Al que cerró plaza se lo quitó de enfrente con estocada defectuosilla (tres cuartos, trasera y tendida). Le dieron una oreja que no fue pedida por la mayoría del respetable. Entrada: Mala, quizá unos doce mil paganos.
Esta
ha sido una de esas tardes en las que uno hubiera querido ver ciertos
toros frente a otro torero. De tal modo, a Urdiales le hubiera
convenido cualquier otro lote, no el que sorteó. El de Arnedo estuvo
torerísimo, pero ninguno de sus bichos le permitió mayor
lucimiento. Fiel a su tauromaquia pura, Diego se entregó y logró
arrancar los olés más serios de la tarde. Ahí queda su trasteo al
quinto. Ése de Barralva fue interesante porque tuvo algo de genio y
porque Urdiales le plantó cara, logrando muletazos aislados de gran
valía.
El
castaño no regalaba nada, pero ahí había torero caro. La faena fue
para conocedores por sus momentos de trazo limpio y largo, por la
exposición y la sapiencia. Mas al triunfador de Bilbao le hace falta
el toro bravo, esa especie que está en peligro de extinción, aquí
y en China.
Así
le fue también en el segundo de la tarde, un animal aplomado y muy
agarrado al piso, si me vale usted, querido lector, la tautología.
Quedándose, aguantando y mandando, Urdiales estuvo por encima del de
Barralva, pero la cosa no podía ser de cante grande.
Vayamos
a lo hecho por el primer espada. Pizarro nos sorprendió en el
primero por su disposición. Pudo sacarle al cornúpeta varios
muletazos de muy buena factura, aunque no hubo ligazón. El toro se
dejó, pero el coleta capitalino se embarulló bastante. En el cuarto
Federico anduvo zaragatero y lejano. La gente le pitó y le gritó :
¡Toro! Desgraciadamente con razón, pues el morlaco era noble y
quería que le hicieran fiestas.
El
tercer espada, El Payo, fue el supuesto triunfador del festejo. Cortó
dos orejas que en realidad valen una a medias. No por eso dejaremos
de asentar que estuvo valiente y firme, templando bastante en el
tercero de la tarde. El conjunto de su labor en ése supo a poco,
quizá por los execrables martinetes y por agarrarse de las costillas
del astado. Mató decorosamente y afloraron pocos pañuelos que el
juez vio triples; cosa que bastó para que Octavio cortara una
orejita.
Peor
anduvo la cosa en el sexto. El toro fue bueno y tuvo su puntito de
casta, pero El Payo le ahogó de continuo para aliviarse. Cuando el
cónclave estaba casi del lado del toro, el diestro queretano se
buscó dos volteretas de aúpa. Salió ileso y la gente ya no se
metió con él. Hay orejas baratas y ésa.
Pérez
Reverte, el padre del célebre capitán Alatriste, alude en su última
novela a algo que llama: “…el disparate irreemplazable.” Puede
que se refiera a la Fiesta en México. Hablamos de un numerito
dominical en el que faltan toros de continuo, reses que nos dejen ver
quién sirve para esto y quién no. Urdiales está más allá del
bien y del mal porque es un torero de verdad, los otros deben irse
buscando la vida por otros derroteros, como la burocracia o el
sacamuelismo. Y de los ganaderos “de bravo” ni hablar: cada
domingo estamos más lejos del toro fiero, fuerte, serio y alegre.
Foto: Javier Arroyo para Aplausos