miércoles, noviembre 13, 2013

Sobre los toros "tontos y sin frenos" de Antonio Pérez

La bondad de los AP y su exquisita toreabilidad los convierten en un adversario de lujo cuando se quiere perfeccionar la composición. ¿Demasiado fáciles? Es lo que sostienen aquellos que sólo ven en la tauromaquia un combate áspero negando la dimensión artística que ha adquirido en el último siglo. Y, para que surja el arte, en cualquier disciplina, hace falta la base de un material noble. Por otra parte, antes de que Juan Pedro Domecq calificara a sus toros de artistas, don Antonio padre definió los suyos con esta expresión terrible: “tontos y sin frenos”. Para los toreros, esto suponía la seguridad de una nobleza idílica y de unas embestidas largas. Esta frase, que hoy suena como una provocación insoportable en los oídos de los aficionados, ¿fue pronunciada realmente por don Antonio o se trata de una leyenda más del mundillo? “Creo que lo dijo –asegura malicioso don Antonio hijo-, y en todo caso, era lo que buscaba”.

[…] El centro neurálgico de la ganadería, donde su memoria histórica es más rica, no se encuentra ni en el despacho del ganadero, donde se amontonan los viejos libros, ni en uno de los lujosos salones adornados con recuerdos de aquella burguesía agraria cuya fortuna creció a finales del siglo XVIII. No. El centro neurálgico desde donde don Antonio inventó a sus AP y donde tramó tantos complots que influyeron en el discurrir de la historia taurina, se halla en la cocina de San Fernando […] Don Antonio había presentido antes que nadie que la nobleza se convertiría en la llave del toro de la época y, precisamente, quería trabajar sobre esa ausencia de “maldad”. “Mi padre comprendió que la tauromaquia dejaría de ser una matanza para los caballos y que el toreo iba a imponerse. Quería que triunfaran los toreros. Caballos muertos de hambre sacrificados por el toro… era incomprensible”. Se evoca el recuerdo de un triste éxodo. “Los proveedores iban de finca en finca para los comprar los caballos desechados por flacos, viejos o enfermos. Esos se mandaban a morir en la plaza. Y mi padre sabía que este espectáculo desaparecería”. 

Vía: Tierras Taurinas , Opus 23 dedicado a Antonio Pérez

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