lunes, noviembre 10, 2014

Sobre los matatoros vasco-navarros




No cabe duda de que la historia de la Fiesta moderna nace en Ronda y Sevilla, y de que Pedro Romero, Costillares, Chiclanero o Pepe Hillo son sus inventores. También es cierto que, de ellos, parten todas las líneas alternativas que llegan hasta nosotros, haciendo de los matadores pasados, presentes y futuros sus ahijados, más o menos lejanos. Sin embargo, cuando los toreros andaluces empiezan su andadura, compiten en el norte con los últimos matatoros que Goya hace famosos, incluyéndolos en sus grabados al lado del recibir de Romero o la muerte de Pepe Hillo. Entre los toreros del sur y los matatoros vasco-navarros, la competencia se saldó con una victoria aplastante de los primeros, cuyo innovador toreo de muleta y las estocadas llenas de majestad eclipsaron a los recortes y saltos de los olvidados “ventureros”. No obstante, algunos lances de capa y la suerte de banderillas, ambas invenciones vascas, subsistieron en el repertorio común de todos los toreros posteriores. De forma paralela, al cabo de un siglo, los toros andaluces también acabaron con el resto de razas, ya fueran la Jijona, la Castellana o la Navarra.


Esta última, afortunadamente, no desapareció del todo gracias a los numerosos festejos populares que se siguieron dando en Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Aragón, donde podemos percibir la huella de los “corredores” de la Edad Media. Desde un punto de vista antropológico, es apasionante descubrir como, a principios de nuestro siglo XXI, gracias a la crisis económica que ha debilitado al sector taurino, la tauromaquia de estos primeros “corredores” vasco-navarros, bastante marginada y desprestigiada por parte del mundillo “oficial”, ha vuelto a resurgir a nivel nacional, hasta aparecer en muchas ferias como el chaleco salvavidas de las empresas, merced a su bajo coste y su enorme tirón.


Imagen superior:Pintura de Gustave Colin - Lezo a finales del S XIX -

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