Román
Y hoy, domingo de Baltasar Ibán, en el que su gesto fue entrar como sustituto de Emilio de Justo, ahí tenemos a Román perfilado en perfecta rectitud en su particular “decíamos ayer”, para atacar al volapié en la suerte contraria a Santanero I, número 5, y cuando “le acerca la muleta al hocico, bajándola hasta el suelo para que humille bien y se descubra”, tal y como Montes regula en su tauromaquia, y mientras “mete la espada y va a salir de la suerte con todos los pies”, el toro, al sentir dentro el hierro, alza la cabeza lanzando el derrote en dirección al viaje del diestro, haciendo presa en el muslo izquierdo del torero, al que campanea durante unos interminables segundos hasta que lo lanza lejos de sí, roto y herido, a la arena. Y mientras las asistencias retiran apresuradamente al torero que se desangra, en dirección a la enfermería, entre las ovaciones del público, el toro, herido de muerte, parte en agonía hacia las tablas del 6. Este es el epílogo trágico y pleno de integridad de la labor de Román con Santanero I, porque esa cornada, ese tributo de sangre que se cobra el toro completamente vencido, es sólo el accidente que culmina una labor completa de Román con un toro que sólo ha presentado dificultades y difíciles ecuaciones que no muchos hubiesen sido capaces de resolver.
José Ramón Márquez
Foto: Andrew Moore
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