viernes, enero 09, 2015

Sobre los toros de Castilla



EDITORIAL

Una vez concluida la Reconquista, España tuvo que ofrecerle a su nobleza guerrera un campo de batalla donde hacer méritos. En la liza de los torneos, después de compartir espacio con los juegos de cañas, el toro se impuso como referente incuestionable de la bravura y la hombría de aquellos que intentaban lucirse ante el poder establecido y el pueblo. A lo largo de la Edad Media, este toro pastaba en los campos de Castilla y encontramos su origen en los grabados de Siega Verde. Con el tiempo, llamaron a este toro “raza morucha”, término que hacía referencia a su capacidad de embestir con el “morro”, a diferencia de los que atropellaban sin humillar. Los toros de Castilla tuvieron su periodo de esplendor durante todo el Renacimiento gracias a no pocos ganaderos, hoy olvidados, que han dejado su huella, tanto por Salamanca como por Zamora y los rasos de Portillo. La orografía de Castilla explica que no pasaran de la Cordillera Central para llegar, por ejemplo, hasta la región colmenareña. Hasta allí subió, desde Toledo y La Mancha, la raza de los Toros de la Tierra, famosa en los siglos XVIII y XIX, antes de ser desahuciada por los encastes andaluces.

¿Qué fue de la raza de Castilla cuando los toreros decidieron dejarla progresivamente de lado tras la muerte de Pepe-Hillo? Desapareció de los ruedos, pero siguió existiendo, hasta no hace mucho tiempo, en las capeas y los encierros de la zona, antes de ser cruzada, y más o menos absorbida, por otras razas cárnicas de mayor rendimiento.


Foto vía: Por el pitón derecho

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