TAUROMAQUIA ANTIGUA: COLETOS
Gómez de Lesaca
El Diccionario de Autoridades de 1729 describe el coleto como una “casaca o jubón, que se hace de piel de ante, búfalo u de otro cuero”. Los había también de venado, cordobán, gamuza e incluso adobados con ámbar, lujosos y propios de gente principal. Estaban emparentados con esta prenda los coletillos, sin faldones, y la cuera, propia de hombres de armas. Eran confeccionados por los coleteros que, cuando podía ser, formaban gremio aparte y bien diferenciado de otros oficios relacionados con cueros o corambres. Aunque su precio era alto, aparecen con relativa frecuencia en inventarios de finales del siglo XVII y principios del XVIII. El coleto era un atavío frecuente, junto al correón bien ceñido, en la lidia a caballo y a pie, sin embargo su uso quedó relegado a lo largo del setecientos, cuando los toreros adoptaron el traje de majo. Protegían a los lidiadores de las cornadas de los toros. Esto explica que fuese aconsejado en tratados de tauromaquia y libros de gineta, como la Cartilla de torear, de la biblioteca Osuna, estudiada por Cossío. Dice la citada obra: De ante ha de ser el vestido/ para el cuerpo resguardar/que no le pueda calar/aunque él se vea oprimido. También protegían de los letales efectos de estoques, dagas y cuchillos jiferos, lo que explica su difusión entre soldados, cazadores, jaques, viajeros, recaudadores de impuestos y escribanos del Crimen, por citar algunas gentes de vida arriesgada, expuestas a que les diesen jicarazo. Hubo épocas en las que había que tener licencia del Rey para vestir un coleto, como bien nos recuerda Miguel Herrero en su obra Oficios populares en tiempos de Lope de Vega, escrita en los años treinta. Su eficacia era, con todo, relativa, que pocas cosas hay seguras en este mundo. Jerónimo de Barrionuevo, un clérigo amigo de mandar y recibir noticias de sucesos y prodigios, cuenta como en 1656 un caballero recibió una buena cornada en la Corte sin que le valiese coleto alguno: Fueron los toros unos leones. Nadie les hizo cocos que no lo pagase. Salieron Melgarejo y Perina a rejonear, y a entrambos hirió a uno mortalmente. Melgarejo pasado un muslo de parte a parte, sin valerle llevar un coleto de ante doble, que le atravesó como lezna.
Pintura: "Retrato de El príncipe Baltasar Carlos a caballo" de Velázquez
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