Sobre el travestimiento actual de la lidia
Uno aprendió, y lo tiene muy bien aprendido, que el toreo es de afuera hacia adentro y de arriba hacia abajo, que la faena ha de ser concisa y enjundiosa, que hay que mandar y cruzarse, que hay que matar. Frente a esos simples principios, es cada vez más patente que desde hace ya un tiempo se va poniendo más y más de moda aplaudir al torero que es capaz de mantener al toro en movimiento sin molestarle, como si en ese travestimiento de la lidia, en ese absurdo dar pases sin finalidad alguna estuviese escondido el duende del toreo. Signo de los tiempos. Para dar lugar a eso, a ese espectáculo de consumo plenamente decadente que inflama a ciertos públicos y que no es capaz de dejar una sola huella, es precisa la plena colaboración de todos, de las empresas, de los ganaderos, de los apoderados, de los veterinarios, de los críticos, del público y de los propios toreros, conjurados como un solo hombre para ir transformando el toreo en una especie de cirque du soleil, circo sin fieras, donde todo riesgo está reducido al máximo y donde la posibilidad de la verdadera sorpresa, también se esfuma
José Ramón Márquez ( en Salmonetes ya no nos quedan)
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