José Ramón Márquez (Aquí la crónica completa en Salmonetes...)La corrida fue un corridón no sólo por su presentación sino también por su comportamiento, tan cambiante, tan imprevisible, tan vivo. Prevaleció la condición tirando a mansa tan característica de los toros de Miura, pero el interés que despertaron los toros durante el tiempo que estuvieron en la Plaza, lo imprevisible de sus respuestas, su violencia, su seriedad, hacía imposible apartar los ojos del ruedo mientras había toro. Los toreros estuvieron a la altura del reto y, cada uno a su modo, plantearon sus faenas con majeza, valor y voluntad, para ofrecer una completísima tarde de toros no apta para esos espíritus sensibles que acuden a la Plaza en búsqueda de desmayos, experiencias místicas, posturas femeniles o enajenaciones transitorias a causa de la estética.
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