La opción B (Pedro Bravo)
Nunca había estado en una corrida de toros. (...) Y allí estaba, en Las Ventas, delanter de grada del tendido del seis. A primeros de octubre, pelándome de frío(...) Resultaba que en Madrid, por esas fechas tan poco taurinas había un ciclo que se llamaba miniferia de otoño, al cual los abonados tenían que asistir si no querían perder su abono para San Isidro (...). Yo no tenía ni idea, no conocía esa asignatura. Teoría y práctica del chantaje y la extorsión en la venta de entradas para espectáculos populares.
En la plaza no parecía suceder nada digno de ser considerado una fiesta y mucho menos nacional. Había toreros de todos los tamaños correteando por el coso sin mucho ton y absolutamente nada de son. El toro se dedicaba a mirar ese desordenado trajín como yo. Aburrido.Asombrado. Harto. De vez en cuando se acercaba un torero meneando el culo despacio y pinturero, le invitaba a pasar por su capote y el toro aceptaba la invitación con desgana para volverse a quedar mirando el espectáculo humano a su alredor. Luego era el turno del picador montado en un caballo inexpugnable como un Pánzer. Su labor parecía ser la de despertar la ira del público a base de ensañarse durante minutos clavando la pica al animal en cualquier parte de su cuerpo. Más tarde, las banderillas, tan caóticas como lo anterior. Y, por fin, el matador solo ante la fiera. diez minutos de bostezos, una estocada que da en hueso y cuatro descabellos, Y asi, seis veces, seis.
La plaza estaba llena, pero no había nadie con aspecto de estar disfrutando. La mayoría sufría el aburrimiento en silencio. Algunos silbaban de vez en cuando. Y tres o cuatro se dedicaban a insultar. A la Autoridad. Al ganadero. AL resto del respetable. Según. Paco estuvo callado toda la corrida. De vez en cuando se daba la vuela para compartir dos o tres apreciaciones con otros habituales. Y luego volvía a sujetar con la mano la cabeza y, posiblemente, el tedio. A sufrir por el estado de su afición. Acabado eso que anunciaban como espectáculo, me puso una mano en el hombro y por fin me dirigió la palabra. Vamos a tomar algo, chato, que necesito recobrar alguna de las razones que me hacen venir aquí cada tarde. Y nos fuimos. Por fin.
En un lugar llamado Casa Toribio, entretenidos con dos platos de rabo de toro y una botella de rioja, Paco habó más. Un poco de toros. Así no hay manera, hijo, esto se lo van a cargar, con estos toros moribundos y esos toreros desganados, no van a hacer falta que venga un ecologista a prohibirla, la fiesta se va a morir solo, se va a morir de aburrimiento(...)
La opción B de Pedro Bravo
Así es. Desgraciadamente, esto no hemos sido capaces de pararlo y esto se acaba. No veo luz por ningún lado, ni del ganadero, ni del aficionado y mucho menos del profesional. Durará mientras dure, pero se acaba.
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