Artículo publicado en la revista de la Asociación Taurina Cerro de San Albín:
Presidente un aficionado.
Juan Antonio Hernández, aficionado
Después de siglos, se viene reconociendo en los distintos reglamentos Taurinos la posibilidad de que un aficionado de reconocido prestigio, puede presidir una corrida de toros; si bien era una aspiración lógica de la afición, el hecho es que no en muchas plazas se lleva a cabo.
Ahora la pregunta es la siguiente: ¿estamos los aficionados preparados para presidir corridas de toros?. Tengo que reconocer que a nivel general no, ni mucho menos. Esto no quiere decir que no debamos hacerlo y que además como decía antes, sea lo lógico. ¿Por qué no estamos preparados? pues por varias razones. La primera porque la mayoría no conocemos el reglamento, me refiero a la parte sobre todo de las actas, reconocimientos etc... La segunda por la poca costumbre que tenemos de tomar decisiones de inmediato, parte importantísima, de esta capacidad depende que se pueda organizar o evitar un conflicto público. Otra y no menos importante, es la de no tener el suficiente principio de autoridad. Hay que reconocer que sobre estas cuestiones, nos llevan ventaja los comisarios de policía.
Pero no sólo son éstas, el aficionado que tenga que ser presidente de una corrida, debe tener la capacidad de conjugar todos los intereses que se dan en ella. También en la mayoría de las ocasiones, velar porque el espectáculo no termine como el rosario de la aurora, con el consiguiente perjuicio para el Ayuntamiento, o para el empresario que lo ha montado. Otro tema es el de qué tipo de aficionado, ¿de los mal llamados toristas o de los toreristas? (que conste que no me gustan nada las palabrejas, pero para entendernos). Me explico, siendo como es una corrida de toros, lo importante es que tenga criterio a la hora de ver los toros y que éstos sean acordes con la idiosincrasia de la plaza, que ni sea el toro de Madrid, ni sea el toro fraude que la mayoría de las tardes vemos en nuestras plazas. El aficionado torerista, o como lo entendemos la mayoría, el aficionado afín al taurineo, estaría mucho más disminuido para la presidencia, sería juez y parte, las presiones que hay que soportar por parte de los toreros o en su sustitución de sus cuadrillas, son las más fuertes, por pura lógica. Con el añadido que éstos, los toreristas, lo único que les suele importar es figurar, y acercarse lo más posible al Taurineo. Ya no digamos nada cuando un alcalde les propone ser asesores, entonces pierden el culo. Aquí además si hay éxitos se los apunta como si hubiera sido el presidente y si hay fracasos o broncas, suelen taparse y dejar al pobre alcalde solo dando la cara.
Todas estas condiciones que se le presentan a un aficionado para presidir una corrida, son salvables y de hecho se salvan, ahí está un magnifico presidente, quizás para mi el mejor de cuantos presiden corridas hoy en el Estado, Matías, el presidente de la plaza de toros de Bilbao. También hay que reconocer, que existen comisarios que lo hacen bien, me viene a la memoria por ejemplo, José Luis García García.
Salvadas estas consideraciones, el aficionado presidente se va ha enfrentar a muchas más presiones que un comisario. Debe ser consciente de que se le va ha mirar con lupa y se va a ver atacado mucho más que un comisario. Los aficionados no le pasarán ni una, (por simplezas como, que “a mi torerito le has quitado un despojo y se lo has dado de más al otro”), el empresario le tendrá recelo, los ganaderos intentarán colársela y los toreros intentarán llevarlo al huerto, sobre todo en los primeros años. A mí, sin ir más lejos, en una plaza de tercera, los paniaguados escribidores al dictado, me han atacado más por no conceder un despojo, que al presidente de Illumbe (también aficionado) por todos los inválidos que sacan al ruedo. El aficionado presidente, tendrá que intentar y conseguir huir del amiguismo y del taurineo. Tiene que ser consciente que él está en representación del público en general y aunque la inmensa mayoría de éste, no se lo reclame y se trague todo, deberá velar por la integridad del espectáculo.
Si ha sido nombrado por el Gobierno correspondiente o por el alcalde de la ciudad o del pueblo, a él solo deberá rendir cuentas y por supuesto pedir todo aquello que le sea necesario. Nunca al empresario, pues lo de pedir favores al empresario, es empezar a hipotecar su gestión. Estoy hablando, lógicamente con aquellas cuestiones organizativas, no de las necesidades de la corrida. Por supuesto que éstas deberán ser atendidas por la empresa concesionaria y organizadora.
El aficionado presidente debe entender y saber que el máximo responsable de lo que pase en la plaza es él, auxiliado en todo caso por el representante de la autoridad. Pero auxiliado, no mandado. Revisar todo de acuerdo con el reglamento, para que a la hora de la corrida, todo lo necesario esté en su sitio y lo que no sea necesario quitarlo. Sobre todo si la plaza es de tercera, quitar el pañuelo naranja, que con picardía suelen colocar en los palcos de los presidentes.
Por todo ello, presidentes aficionados sí, pero con conocimiento, actitud, y aptitudes. Ejemplos pondríamos miles pero vayamos a uno. El pasado año en una corrida de Alcurrucen que presidía, nos trajeron seis toros bien presentados, para una plaza de tercera categoría, aún así los veterinarios dudaron si alguno tenía suficiente trapío. Después de deliberar (siempre debe pesar mucho la decisión de los veterinarios y en la medida de lo posible, que sus decisiones sean vinculantes, aunque no se lo reconozca el reglamento) decidimos echar la corrida para adelante. Llegó el segundo reconocimiento y el enchiqueramiento de los toros con las cuadrillas. La corrida la iban a lidiar Cesar Rincón, Javier Conde y Castella. Volvió a pasar. Cuando los subalternos llegaron para enlotar, los de Conde decían que un par de toros no veían bien. Hasta ahí normal, puede ocurrir que a los veterinarios se les pase algún defecto de alguno de los toros y es humano equivocarse. Bien, mandé otra vez a éstos a mirar esos toros, e incluso se apartaron a otro corral para poder echarles un trapo y asegurarnos de que no tenían ningún defecto. Volvieron a dar por buenos los toros, insistiendo en que no tenían ningún problema. Bueno, pues “a enlotar Señores”, les requiero. Seguían dando el turre, que esos dos toros tenían algún defecto. Les di tres minutos para enlotar. Hechos los lotes, se enchiqueran los toros, se precintan los toriles y todos a esperar la hora de la corrida. Llegada ésta se celebró con el éxito de Castella, una oreja en cada toro, dos ovaciones para Cesar Rincón y dos monumentales broncas para Conde. ¿Que es lo que había pasado?, pues que Conde no quiso torear ninguno de sus dos toros. ¿Por qué?, saquen ustedes sus conclusiones, yo no lo sé. Corrida de las que no le hacen ascos las figuras, bien presentada, con cara pero sin exceso debido a su encaste, etc... Como pueden suponer, los dos toros de la polémica, eran los de más cara, aunque uno, no estaba bien rematado y por eso los veterinarios tuvieron algunas dudas.
Triquiñuelas y presiones todas, ante las cuales se debe estar muy preparado, firme, con criterio, y sabiendo conjugar los intereses de todos. Ahora bien, los más importantes son los intereses del pagano y la dignidad de los Toros. El aficionado que presida un corrida de toros debe ser mucho más exigente con la integridad del espectáculo y ser ecuánime en cuanto a los profesionales que en él participan. El mayor índice de fraudes que se cometen en la fiesta, se dan en plazas de segunda y tercera, aunque bien es cierto que en los últimos tiempos, las de primera no le van a la zaga. Como decía antes, el presidente es la máxima autoridad en la plaza y debe velar por la integridad del espectáculo. Estamos ante una corrida de toros, no de toreros por eso el Toro integro y sin hacerle judiadas. Por otro lado todos los que intervienen en una corrida cobran, bueno menos el presidente, y por ello los intereses del único que paga deben prevalecer.
Muchas veces caemos en la simpleza de que un buen presidente es aquel que concede muchos o pocos trofeos. Depende por donde se mire, para mi es una cuestión secundaria, son más importante otras cosas, como la integridad del toro, la buena lidia y el que todo discurra dentro de los cánones reglamentados. De qué nos sirven pocas o muchas orejas, cuando vemos en las plazas toros drogados, borrachos perdidos, afeitados, los callejones llenos de lameculos, políticos y toda clase de fauna enchufada, impidiendo la labor de los profesionales, la suerte de varas como le da la gana hacerla a cada uno, sin criterio y sin ninguna profesionalidad y ya no digamos nada con los matadores tomándose todo a chufla. Recuerdo un altercado con el matador Domingo López Cháves en Lumbrales, (Salamanca). Era un festival y la verdad, la faena no había sido mala, lo que si fue de pena fue el bajonazo que le endiñó al toro. Este cayó degollado. Antes de caer el toro, ya estaba un impresentable subalterno, agarrando el rabo y echando a la gente encima del presidente, que en este caso era el alcalde que concedió las dos orejas, pero en ningún caso, bien asesorado, permitió que se le cortara el rabo al toro, por dos razones, una por el bajonazo y otra por lo impresentable del subalterno. Era un festival, si de acuerdo, pero ¿y qué?. Domingo perdió los papeles, calentado por esos aduladores lameculos, que siempre tienen al lado, después de vestirse de calle, se subió al palco y puso al alcalde a caer de un burro, llamándolo de todo y acordándose hasta de su madre. La Guardia Civil tomando nota. Por mi hubiera pasado la noche en el cuartel, pero el alcalde cedió y lo dejó, sin la aprobación ni de la Guardia Civil ni mía. Ese hecho es menospreciar la fiesta por parte de un matador y su subalterno. Cosas como estas no se pueden consentir. Por cierto al subalterno al terminar la campaña, Domingo lo echó de la cuadrilla y él creo que se arrepentirá toda la vida, sobre todo cada vez que oiga la palabra Lumbrales. No es así este Matador, me consta.
El aficionado presidente tiene más responsabilidad en dignificar la Fiesta que los comisarios ya que para éstos al final es un cometido más dentro de su profesión. Debe ser más intransigente con los desmanes y siempre, siempre la Fiesta y el Toro, sea una corrida o un festival, debe estar por encima de los intereses de todo el mundo incluidos los alcaldes o los profesionales. Es nuestra obligación y nuestra responsabilidad, porque para eso hemos conquistado esa reivindicación.
Enumerar aquí todos las partes del espectáculo que lo dignifican sería largísimo pero creo que una de las más importantes, aparte de la integridad del toro y que los reconocimientos se hagan con criterios antes mencionados, es que deberemos prestar también especial atención a la hora del primer tercio a los picadores y sus monturas, siendo obligación de un buen presidente, hacer entrar al toro al caballo por lo menos dos veces y que la suerte se haga de forma digna, no permitiendo el monopuyazo, advirtiendo a los picadores que al toro hay que medirlo. En los últimos tiempos vemos como el Taurineo intenta cargarse este primer tercio. Los mulilleros suelen ser los provocadores de muchos conflictos por el retraso intencionado a la hora de recoger al toro muerto, suelen ser los culpables en la mayoría de las ocasiones de que el público ignorante se le eche encima al presidente. Y por supuesto las estocadas. Aunque ese publico ignorante no lo entienda, toda la lidia va encaminada a dar muerte al toro con dignidad, no se deben premiar faenas que la estacada no haya sido correcta y mucho menos si se ha pinchado varias veces al toro. Aunque como decía anteriormente el apartado de despojos tampoco debe servir para organizar un escándalo publico, porque seguro que dentro de esa masa indocumentada se encuentran algunos seudoaficionados, que lo que quieren es sacar a su torerillo por la puerta grande.
Para terminar, los aficionados debemos presidir cada vez más plazas. Debe ser una exigencia nuestra, de la afición, pero eso sí, con preparación, actitud y aptitud necesarias como decía anteriormente y sobre todo no para “figuronear”, sino todo lo contrario, para trabajar por un fiesta más íntegra, digna y justa.
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Nota de “Cerro de San Albín” : ¡Gracias Tony!, con presidencias ejercidas así no sería necesaria esa pregunta que los aficionados nos hacemos con más frecuencia de lo deseable, que no es otra que : ¿A quien defiende la autoridad?
Presidente un aficionado.
Juan Antonio Hernández, aficionado
Después de siglos, se viene reconociendo en los distintos reglamentos Taurinos la posibilidad de que un aficionado de reconocido prestigio, puede presidir una corrida de toros; si bien era una aspiración lógica de la afición, el hecho es que no en muchas plazas se lleva a cabo.
Ahora la pregunta es la siguiente: ¿estamos los aficionados preparados para presidir corridas de toros?. Tengo que reconocer que a nivel general no, ni mucho menos. Esto no quiere decir que no debamos hacerlo y que además como decía antes, sea lo lógico. ¿Por qué no estamos preparados? pues por varias razones. La primera porque la mayoría no conocemos el reglamento, me refiero a la parte sobre todo de las actas, reconocimientos etc... La segunda por la poca costumbre que tenemos de tomar decisiones de inmediato, parte importantísima, de esta capacidad depende que se pueda organizar o evitar un conflicto público. Otra y no menos importante, es la de no tener el suficiente principio de autoridad. Hay que reconocer que sobre estas cuestiones, nos llevan ventaja los comisarios de policía.
Pero no sólo son éstas, el aficionado que tenga que ser presidente de una corrida, debe tener la capacidad de conjugar todos los intereses que se dan en ella. También en la mayoría de las ocasiones, velar porque el espectáculo no termine como el rosario de la aurora, con el consiguiente perjuicio para el Ayuntamiento, o para el empresario que lo ha montado. Otro tema es el de qué tipo de aficionado, ¿de los mal llamados toristas o de los toreristas? (que conste que no me gustan nada las palabrejas, pero para entendernos). Me explico, siendo como es una corrida de toros, lo importante es que tenga criterio a la hora de ver los toros y que éstos sean acordes con la idiosincrasia de la plaza, que ni sea el toro de Madrid, ni sea el toro fraude que la mayoría de las tardes vemos en nuestras plazas. El aficionado torerista, o como lo entendemos la mayoría, el aficionado afín al taurineo, estaría mucho más disminuido para la presidencia, sería juez y parte, las presiones que hay que soportar por parte de los toreros o en su sustitución de sus cuadrillas, son las más fuertes, por pura lógica. Con el añadido que éstos, los toreristas, lo único que les suele importar es figurar, y acercarse lo más posible al Taurineo. Ya no digamos nada cuando un alcalde les propone ser asesores, entonces pierden el culo. Aquí además si hay éxitos se los apunta como si hubiera sido el presidente y si hay fracasos o broncas, suelen taparse y dejar al pobre alcalde solo dando la cara.
Todas estas condiciones que se le presentan a un aficionado para presidir una corrida, son salvables y de hecho se salvan, ahí está un magnifico presidente, quizás para mi el mejor de cuantos presiden corridas hoy en el Estado, Matías, el presidente de la plaza de toros de Bilbao. También hay que reconocer, que existen comisarios que lo hacen bien, me viene a la memoria por ejemplo, José Luis García García.
Salvadas estas consideraciones, el aficionado presidente se va ha enfrentar a muchas más presiones que un comisario. Debe ser consciente de que se le va ha mirar con lupa y se va a ver atacado mucho más que un comisario. Los aficionados no le pasarán ni una, (por simplezas como, que “a mi torerito le has quitado un despojo y se lo has dado de más al otro”), el empresario le tendrá recelo, los ganaderos intentarán colársela y los toreros intentarán llevarlo al huerto, sobre todo en los primeros años. A mí, sin ir más lejos, en una plaza de tercera, los paniaguados escribidores al dictado, me han atacado más por no conceder un despojo, que al presidente de Illumbe (también aficionado) por todos los inválidos que sacan al ruedo. El aficionado presidente, tendrá que intentar y conseguir huir del amiguismo y del taurineo. Tiene que ser consciente que él está en representación del público en general y aunque la inmensa mayoría de éste, no se lo reclame y se trague todo, deberá velar por la integridad del espectáculo.
Si ha sido nombrado por el Gobierno correspondiente o por el alcalde de la ciudad o del pueblo, a él solo deberá rendir cuentas y por supuesto pedir todo aquello que le sea necesario. Nunca al empresario, pues lo de pedir favores al empresario, es empezar a hipotecar su gestión. Estoy hablando, lógicamente con aquellas cuestiones organizativas, no de las necesidades de la corrida. Por supuesto que éstas deberán ser atendidas por la empresa concesionaria y organizadora.
El aficionado presidente debe entender y saber que el máximo responsable de lo que pase en la plaza es él, auxiliado en todo caso por el representante de la autoridad. Pero auxiliado, no mandado. Revisar todo de acuerdo con el reglamento, para que a la hora de la corrida, todo lo necesario esté en su sitio y lo que no sea necesario quitarlo. Sobre todo si la plaza es de tercera, quitar el pañuelo naranja, que con picardía suelen colocar en los palcos de los presidentes.
Por todo ello, presidentes aficionados sí, pero con conocimiento, actitud, y aptitudes. Ejemplos pondríamos miles pero vayamos a uno. El pasado año en una corrida de Alcurrucen que presidía, nos trajeron seis toros bien presentados, para una plaza de tercera categoría, aún así los veterinarios dudaron si alguno tenía suficiente trapío. Después de deliberar (siempre debe pesar mucho la decisión de los veterinarios y en la medida de lo posible, que sus decisiones sean vinculantes, aunque no se lo reconozca el reglamento) decidimos echar la corrida para adelante. Llegó el segundo reconocimiento y el enchiqueramiento de los toros con las cuadrillas. La corrida la iban a lidiar Cesar Rincón, Javier Conde y Castella. Volvió a pasar. Cuando los subalternos llegaron para enlotar, los de Conde decían que un par de toros no veían bien. Hasta ahí normal, puede ocurrir que a los veterinarios se les pase algún defecto de alguno de los toros y es humano equivocarse. Bien, mandé otra vez a éstos a mirar esos toros, e incluso se apartaron a otro corral para poder echarles un trapo y asegurarnos de que no tenían ningún defecto. Volvieron a dar por buenos los toros, insistiendo en que no tenían ningún problema. Bueno, pues “a enlotar Señores”, les requiero. Seguían dando el turre, que esos dos toros tenían algún defecto. Les di tres minutos para enlotar. Hechos los lotes, se enchiqueran los toros, se precintan los toriles y todos a esperar la hora de la corrida. Llegada ésta se celebró con el éxito de Castella, una oreja en cada toro, dos ovaciones para Cesar Rincón y dos monumentales broncas para Conde. ¿Que es lo que había pasado?, pues que Conde no quiso torear ninguno de sus dos toros. ¿Por qué?, saquen ustedes sus conclusiones, yo no lo sé. Corrida de las que no le hacen ascos las figuras, bien presentada, con cara pero sin exceso debido a su encaste, etc... Como pueden suponer, los dos toros de la polémica, eran los de más cara, aunque uno, no estaba bien rematado y por eso los veterinarios tuvieron algunas dudas.
Triquiñuelas y presiones todas, ante las cuales se debe estar muy preparado, firme, con criterio, y sabiendo conjugar los intereses de todos. Ahora bien, los más importantes son los intereses del pagano y la dignidad de los Toros. El aficionado que presida un corrida de toros debe ser mucho más exigente con la integridad del espectáculo y ser ecuánime en cuanto a los profesionales que en él participan. El mayor índice de fraudes que se cometen en la fiesta, se dan en plazas de segunda y tercera, aunque bien es cierto que en los últimos tiempos, las de primera no le van a la zaga. Como decía antes, el presidente es la máxima autoridad en la plaza y debe velar por la integridad del espectáculo. Estamos ante una corrida de toros, no de toreros por eso el Toro integro y sin hacerle judiadas. Por otro lado todos los que intervienen en una corrida cobran, bueno menos el presidente, y por ello los intereses del único que paga deben prevalecer.
Muchas veces caemos en la simpleza de que un buen presidente es aquel que concede muchos o pocos trofeos. Depende por donde se mire, para mi es una cuestión secundaria, son más importante otras cosas, como la integridad del toro, la buena lidia y el que todo discurra dentro de los cánones reglamentados. De qué nos sirven pocas o muchas orejas, cuando vemos en las plazas toros drogados, borrachos perdidos, afeitados, los callejones llenos de lameculos, políticos y toda clase de fauna enchufada, impidiendo la labor de los profesionales, la suerte de varas como le da la gana hacerla a cada uno, sin criterio y sin ninguna profesionalidad y ya no digamos nada con los matadores tomándose todo a chufla. Recuerdo un altercado con el matador Domingo López Cháves en Lumbrales, (Salamanca). Era un festival y la verdad, la faena no había sido mala, lo que si fue de pena fue el bajonazo que le endiñó al toro. Este cayó degollado. Antes de caer el toro, ya estaba un impresentable subalterno, agarrando el rabo y echando a la gente encima del presidente, que en este caso era el alcalde que concedió las dos orejas, pero en ningún caso, bien asesorado, permitió que se le cortara el rabo al toro, por dos razones, una por el bajonazo y otra por lo impresentable del subalterno. Era un festival, si de acuerdo, pero ¿y qué?. Domingo perdió los papeles, calentado por esos aduladores lameculos, que siempre tienen al lado, después de vestirse de calle, se subió al palco y puso al alcalde a caer de un burro, llamándolo de todo y acordándose hasta de su madre. La Guardia Civil tomando nota. Por mi hubiera pasado la noche en el cuartel, pero el alcalde cedió y lo dejó, sin la aprobación ni de la Guardia Civil ni mía. Ese hecho es menospreciar la fiesta por parte de un matador y su subalterno. Cosas como estas no se pueden consentir. Por cierto al subalterno al terminar la campaña, Domingo lo echó de la cuadrilla y él creo que se arrepentirá toda la vida, sobre todo cada vez que oiga la palabra Lumbrales. No es así este Matador, me consta.
El aficionado presidente tiene más responsabilidad en dignificar la Fiesta que los comisarios ya que para éstos al final es un cometido más dentro de su profesión. Debe ser más intransigente con los desmanes y siempre, siempre la Fiesta y el Toro, sea una corrida o un festival, debe estar por encima de los intereses de todo el mundo incluidos los alcaldes o los profesionales. Es nuestra obligación y nuestra responsabilidad, porque para eso hemos conquistado esa reivindicación.
Enumerar aquí todos las partes del espectáculo que lo dignifican sería largísimo pero creo que una de las más importantes, aparte de la integridad del toro y que los reconocimientos se hagan con criterios antes mencionados, es que deberemos prestar también especial atención a la hora del primer tercio a los picadores y sus monturas, siendo obligación de un buen presidente, hacer entrar al toro al caballo por lo menos dos veces y que la suerte se haga de forma digna, no permitiendo el monopuyazo, advirtiendo a los picadores que al toro hay que medirlo. En los últimos tiempos vemos como el Taurineo intenta cargarse este primer tercio. Los mulilleros suelen ser los provocadores de muchos conflictos por el retraso intencionado a la hora de recoger al toro muerto, suelen ser los culpables en la mayoría de las ocasiones de que el público ignorante se le eche encima al presidente. Y por supuesto las estocadas. Aunque ese publico ignorante no lo entienda, toda la lidia va encaminada a dar muerte al toro con dignidad, no se deben premiar faenas que la estacada no haya sido correcta y mucho menos si se ha pinchado varias veces al toro. Aunque como decía anteriormente el apartado de despojos tampoco debe servir para organizar un escándalo publico, porque seguro que dentro de esa masa indocumentada se encuentran algunos seudoaficionados, que lo que quieren es sacar a su torerillo por la puerta grande.
Para terminar, los aficionados debemos presidir cada vez más plazas. Debe ser una exigencia nuestra, de la afición, pero eso sí, con preparación, actitud y aptitud necesarias como decía anteriormente y sobre todo no para “figuronear”, sino todo lo contrario, para trabajar por un fiesta más íntegra, digna y justa.
.............................................
Nota de “Cerro de San Albín” : ¡Gracias Tony!, con presidencias ejercidas así no sería necesaria esa pregunta que los aficionados nos hacemos con más frecuencia de lo deseable, que no es otra que : ¿A quien defiende la autoridad?
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