lunes, octubre 05, 2015

Sobre la corrida de Adolfo Martín


Apenas salen ya corridas duras. Ni las ganaderías con fama torista suelen sacar dureza. En todas las ganaderías se han aplicado parecidos criterios de selección. En todas partes se ha buscado la nobleza a ultranza, ignorando las otras cualidades que el toro de lidia debe tener. La consecuencia es ese toro tan noble como insípido, que nos colma de aburrimiento casi todas las tardes.

Pues bien, ayer sí que vimos una corrida dura: la de la ganadería de Adolfo Martín, a quien desde aquí felicito efusivamente. Aunque el toro duro repugne a los toreros y sus palmeros, es absolutamente necesario en la Fiesta Nacional. Con el toro duro nadie se aburre, porque la tensión de la posible cogida siempre flota en el ambiente. ¡Ah! y con el toro duro, las corridas vuelven a durar dos horas justas, porque los toreros sufren mucho delante de él y no alargan innecesariamente las faenas. Lo que no puede ser son esas corridas de dos horas y media, con faenas interminables, llenas de muletazos insulsos porque los toreros están muy a gustito delante de la babosa.

Lo primero que quiero destacar de la corrida de Adolfo Martín es la presentación. Se nos ofreció toda la gama de hechuras del encaste Saltillo, desde el cornivuelto tercero al hondo sexto. En el caballo la corrida cumplió sin excesos, pero lo más destacable del encierro fue su movilidad constante y su afán por atacar siempre. Los seis murieron con la boca cerrada.

El sexteto puede dividirse en tres partes claramente diferenciadas. Primero y segundo fueron dos toros muy avisados y peligrosos. Estos toros también tienen que salir para probar el buen oficio de los toreros. El tercero y el cuarto me gustaron mucho por su derroche de casta. A ambos se les pudo torear, pero exigían un enorme esfuerzo porque por su casta no admitían ningún movimiento mal hecho. Quinto y sexto fueron dos toros de gran clase, que propiciaron el bueno toreo, sobre todo el sexto.

Domingo Delgado de la Cámara 

La clave está, pues, en el miedo, la jindama, el arasnó que dicen los calés. El que pasa el que está ahí abajo guarecido tras una tela y tras su oficio y el que pasa el que se ha comprado una entrada y se ha ido, tan ricamente, a los toros después de almorzar. Cuando no cabe eso de que “he disfrutado una barbaridad” ni lo de “me he expresado a placer”, cuando nadie piensa en la palabra “indulto” y no puedes apartar los ojos del ruedo, es que hay toro. Luego hay gradaciones, por supuesto, que hay algunos a los que se les nota más que a otros las ganas que tienen de coger, hay otros que muestran (y a mucha honra) cosas de manso, otros que si les hubiesen dado estudios habrían llegado lejos de lo listos que son y alguno que es como aquel F. de Carabanchel Alto que era todo fachada. Pero lo principal es que donde otros días ves aptitud cárnica, como en los lisarnasios del Puerto de anteayer sin ir más lejos, hoy veías toro, que a fin de cuentas es lo que uno va buscando por esas Plazas de Dios, como Diógenes el Cínico, con el candil.

José Ramón Márquez


1 comentario:

  1. Por una red social Luis Carlos Aranda como respuesta a los cacareados gozos y disfrutes frente a los animales en el ruedo del todopoderoso Don Julian sentencio;
    "Cuando por la puerta de chiqueros sale el toro con poder y carbón, se te ponen en el corbatín y alli no disfruta nadie"

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