domingo, diciembre 09, 2007

Amanece... (Pgmacías)



Amanece...
La noche ya no existe...
El campo bravo despierta...
La encina se despereza...
Los pájaros canturrean...
El perro ladra inquieto...
El caballo aguarda su momento...
El sol lucha con la espesa niebla...
El aire mece tiernamente las retamas...
El mayoral, los vaqueros...su faena...
El ganadero sueña...
La plaza y la afición esperan
al dueño y señor de la dehesa
EL TORO ¡LA CASTA Y LA BRAVURA!

6 comentarios:

  1. Eso es "pellizco", maestro y no lo de otros que andan por ahí vendiendo mulas ciegas.
    Un saludo.
    El papa negro

    ResponderEliminar
  2. Tanto en prosa como en verso,
    Macías es un experto.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. EL TORO ¡LA CASTA, LA BRAVURA … Y EL TRAPÍO!
    ¿No te parece, maestro?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ROBERTO REYES CORTÉS.
      5º.REYES
      *****


      EL TORO.




      Son las cinco de la tarde,
      cumpleaños del patrono
      que hace siglos antes viera
      en la ciudad luz primera,

      tarde añil de primavera,
      el festejo es a lo grande,
      galas mil viste la gente,
      cielo rojo, azul violeta.

      Deslumbrando en “La coleta”.
      el mejor de los carteles
      se presenta en esta feria
      de aquel mi pueblo encantado;

      Se lidian toros a muerte
      que hace cinco años nacieran,
      de vacas muy encastadas
      en la finca ganadera.

      Hermosos son los becerros
      nacidos del “ Catrino ”
      un semental cornifino
      traído desde Ensenada
      para cargar la vacada.

      Fuertes, sanos, poderosos,
      crecen libres en potreros
      de pastos y zacatales
      que fueran algodonales.

      Se bañaron en riachuelos
      de corrientes humedales,
      jugueteando en las frondas
      de sabinos y cedrales;
      sesteando bajo ramas
      de canelos y manglares.

      Una mañana de Enero,
      regios sus cuerpos miraron
      retratados en las aguas,
      con el croar de las ranas
      que admiraron su trapío,
      junto a las piedras del río.

      Y con sorpresa descubren
      que la edad de la ternura
      el tiempo se la ha llevado
      y en su lugar ha dejado
      fuerza, poder y valor,
      y de pronto se miraron
      plenos machos, bien armados,
      cornilindos amarrados
      para cosas del combate.

      Son las cinco de la tarde
      del domingo bullanguero,
      y la plaza está repleta;
      la música de la banda
      con sus marchas y canciones
      y la gente se alebresta
      en esta fiesta funesta.

      Se abrió del toril la puerta,
      y cual saeta florida
      coronada con listones,
      asoma la negra testa
      aturdida por aplausos,
      de multitud asombrada
      viendo que picas de acero
      han penetrado en el cuello .

      Exclamación explosiva
      la de la gente de feria
      cuando atina su mirada
      en el toro tan hermoso,
      que lanza fuerte envestida
      al torero que en desplante,
      valiente y con gran talante
      pone su pecho y su vida
      frente filosos puñales.

      La bravura del cinqueño
      a toda la gente admira
      y parece que dijera
      con un mugido espantoso
      cuando expulsa con el aire
      su mirada enrojecida
      por la ira y dolor cargadas.


      ¡No te pediré clemencia,
      tampoco pido cuartel!,
      ¡no tendré ni tengo miedo,
      seré firme como roca
      frente la brutal estúpida
      estocada y la letal
      agresión del descabello.

      Ese toro atormentado
      enseña en lo alto clavada
      una espada de matar;
      y ojos rojos de coraje
      frente a la muerte cercana,
      cruel, sangrienta, despiadada.

      Después de feroz tortura
      el miura azota en la arena
      tinto en sangre derramada.

      Solo se escucha oh, profundo
      y el aullido de la gente
      Torero. torero, olé,
      cubre el cielo de pañuelos
      retornando a la dehesa,
      a los campos del alcázar
      en donde un día pastara
      muy tranquila la manada.


      Al sonido del clarín
      azotando el aire frío,
      dos mulas tiran sin brío
      del cadáver del castaño,
      hermosa bestia que fuera
      con vileza asesinada,
      quedando sola una plaza
      de ovaciones saturada.

      Ha asomado ya la noche,
      otra tarde ha agotado,
      por el cielo el sol acaba
      y la gente enloquecida
      sin importarle la historia,
      viaja ahora rumbo a casa.

      De entonces yo siempre tengo,
      como imagen fantasiosa,
      las negras fauces abiertas
      de aquel toro mal herido,
      ocultándose en las ondas
      de los giros y las capas,
      para concluir sus andanzas
      allá en el ruedo del coso.


      ----------------

      Eliminar
  4. Un privilegio eso de maestro entre MAESTROS, gracias...por supuesto Luis ¡EL TRAPÍO!. Un abrazo
    Pgmacias

    ResponderEliminar