viernes, abril 20, 2007

La suerte con papel se paga



Aquí llega la última crónica de El Papa Negro y del Capitán Alatriste; a partir de ahora verán la feria en el Plus.


"LA SUERTE CON PAPEL SE PAGA

Cruzábamos el arco del postigo para adentrarnos en El Arenal, cuando Alatriste decidió echarse al coleto el segundo carajillo de Cazalla en un vano intento de humillar unos callos rebrincados que habíamos almorzado en la Puerta de la Carne. Arfe abajo íbamos con la bandera bajada cuando nos arrinconaron dos gitanas jamonas, de más de doce arrobas, para leernos la buen ventura. Servidor se resistía, pero el Capitán, con más experiencia en esos lances, advirtió:
“Abre la mano que tardamos menos”
Nos leyeron el gori-gori y nos dejaron bendecidos con el ramito de romero, pero cuando echamos manos a la faltriquera la jamona mayor se engalló y dijo:
“La suerte con papel se paga”
De modo que ya puestos a redondear faena, le dejé el billete en las simas del canalillo del escote y nos abrimos por Adriano adelante.
Entramos pronto en la plaza, que era tarde de mucho lío. Acodados en la baranda que el 10 tiene sobre el patio de cuadrillas, Alatriste advirtió que a Pepín le caía mal el blanco del vestido; y dos señoras de permanente incombustible corrigieron que iba “de blanco roto o espuma de mar”.
.“La jodimos, tía Manuela”, masculló Alatriste.
A Pepín, el primer Victorino le tiró derrotes de santos óleos más que de primera comunión. Y al cabrón de “Paquito” se lo quitó de encima de pinchazo y media en los bajos. A su segundo, Liria se fue a recibirlo a porta gayola. “Petrarquista” no salía, que estaría rematando sonetos, y a Pepín le hizo aguantar un quinario de órdago. Banderilleó valiente Diego Robles, que saludó montera en mano, y su matador, hecho un león toda la tarde, pasaportó al Victorino con una estocada tendida.
Se hizo presente en el ruedo maestrante “Borgoñés” y el Cid lo hipnotizó con los vuelos del capote: ¿venía ya hipnotizado por el brujo Victorino o lo hizo con su magia el de Salteras? El caso es que el diestro estuvo enorme a siniestras, toreando al natural las humilladas embestidas de aquel toro de bandera. El Cid acalló un alboroto de “indultitis” que se inició en el tendido con una estocada, y le cortó las orejas a ley.
A su segundo, un “Baratero” que traía memorias de glorias pasadas, pero venía sin hipnosis, le dio Manuel Jesús los naturales más cuajados de la tarde. Y los “olés” parecían truenos venidos de las nubes del Aljarafe. Tardó en morir “Baratero” y en el último estertor acertó a herir Julio López cuando intentaba apuntillarlo.
Salvador Cortés estuvo ausente; se quitó de encima los peligros sordos del terciado tercero y desaprovechó clamorosamente el pitón izquierdo del sexto, por nombre “Estupendo”, que le estaba entregando las orejas, y Salvador sin enterarse.
Nos preguntábamos a la salida si la gitana jamona tuviera razón, con qué papel se pagarán la suerte Victorino y El Cid.
Triunfo de clamor el del Cid en Sevilla: el Cid no necesita ir a Burgos para hacer jurar a la torería andante si alguien quisiera destronarlo del escalafón. "

Ha sido una suerte poder disfrutar de estas cuatro crónicas de El Papa Negro y del Capitán Alatriste

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